El negocio de las máquinas de apuestas auxiliares (las que están al final del bar o en la sala del bingo y en las que se puede meter dinero para operadores como Codere, Sportium, o Luckia) lleva siendo muy fructífero desde que la administración recopila datos. Desde 2013 las cantidades ganadas (por la banca, claro) iban para arriba como un tiro, hasta que la pandemia cortó su progresión.